jueves, 17 de enero de 2013

La borrasca (entre la espada y la biblia) de Romualdo Retamal Maureira


En memoria de Romualdo Retamal
Por Ernesto Carmona* / 17-01-2013

Ceibo Ediciones y la Sociedad de Escritores de Chile (SECH) lanzaron anoche la novela póstuma “La Borrasca (entre la espada y la biblia)”, del autor chileno Romualdo Retamal Maureira, periodista, master en literatura y director de documentales, fallecido en julio de 2012 en Canadá, hasta donde llegó a vivir el exilio en 1974, aventado por la dictadura militar chilena.

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“Su nombre era sinónimo de solidaridad y actividad permanente en cuanto evento cultural y artístico se desarrollara allá contra la dictadura de Pinochet y otras sabandijas de diversos países de nuestro continente”, dijo Dauno Tótoro, director de la casa editorial, quien también residió en Québec, la provincia francófona de Canadá.

En la presentación del libro también hablaron los periodistas Ernesto Carmona, José Luis Córdova y Javier García, quienes analizaron su obra y describieron su experiencia como amigos y compañeros de trabajo de Retamal en Canal 13 TV UC en la época de Salvador Allende. También estuvieron presentes su esposa, hijas, y otros miembros de su familia como su hermano Miguel.

Master en literatura en la Universidad de Laval, Retamal también fue académico y responsable del departamento audiovisual de esa casa de estudios. Hasta el golpe militar de 1973 en Chile se desempeñó como productor en la Corporación de TV de la Universidad Católica, pero completo su formación y desarrollo profesional como periodista y director de documentales para televisión en Québec, donde realizó “El folclore en el país de los incas”, “Nicaragua sandinista” y “Salut Québec”. Como narrador dejó tres novelas aún inéditas: “Memorias de un jaguar”, “Efectos colaterales” y “Los fotogramas”, además de sus cuentos “La risa”, “La maratón”, “El proceso interior” y “Un sudaca en Nuyor”. Romualdo falleció en Canadá en 2012.

El profesor canadiense Louis Jolicoeur, en un coloquio sobre literatura, lo describió como “un hombre visionario y atento a los avatares de la injusticia”, recordó Tótoro. También citó a Luis Thénon, doctor en literatura de la Universidad Laval, quien destacó su “profunda cultura, su seriedad intelectual y su compromiso con el ser humano.

Romualdo en Canal 13
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Por mi parte, conocí a Romualdo cuando trabajábamos juntos en la llamada entonces Corporación de Televisión de la Universidad Católica, en el Canal 13 de la calle Lira, que ahora tiene sede en otra parte y pertenece en 2/3 a la familia Luksic, la más rica de este país gracias al cobre que explota prácticamente gratis, como casi todas las corporaciones privadas nacionales y transnacionales dedicadas a la extracción minera y explotación de recursos naturales “de todos los chilenos”.

En esos años pioneros, cuando la televisión era una actividad exclusiva de las casas de estudio tradicionales –universidades de Chile y Católica (UC)-, el canal 13 funcionaba pegado físicamente a la UC cuando ésta fue tomada por los estudiantes en 1967, en apoyo a sus demandas de reforma universitaria. A diario podía verse un letrero gigantesco y saludable con la célebre frase “Chileno: ¡El Mercurio miente!”, instalado en la fachada del edificio. Ayer como hoy, el diario de Agustín Edwards distorsionaba las reivindicaciones de los estudiantes.

Con Romualdo viajamos a Río de Janeiro, donde nos tocó vivir el calor del Carnaval de 1969. También estuvimos en San Paulo y Montevideo. Un año más tarde, por razones de trabajo nos encontrábamos en Quito, Ecuador, haciendo un programa de televisión cuando se realizaron las elecciones que ganó Salvador Allende, el 4 de septiembre de 1970. Nos enteramos de los resultados en la noche gracias a un radioaficionado.

No recuerdo los detalles de cómo y por qué, pero a instancias de Romualdo y otras personas las autoridades del Canal y de la Universidad aceptaron montar un espectáculo público en la esquina de Lira y Alameda, en cierto modo para festejar el tránsito a la nueva etapa que prometía al país el significado profundo de la elección de Allende. Ese show con artistas y cantantes de otros países, que tuvo a Romualdo como uno de sus productores principales, fue una fiesta al aire libre transmitida en vivo por la estación.

Romualdo tenía un temperamento alegre y bastante irónico en las circunstancias difíciles de hacer televisión con poco presupuesto, en un mundo muy distinto al que vive hoy el canal de Luksic. Siempre que le preguntaban si estaba resuelto algo candente respondía “¡Todo bajo control!, querido”, imitando dichos que introdujeron los amigos argentinos que laboraban con nosotros, como el guionista Néstor Castagno, también fallecido. Trabajo mucho con el director brasileño Herval Rossano, quien llegó aventado por 5 años tras el golpe militar promovido por Estados Unidos contra Joao Goulart en 1964. Rossano dirigió después en su país la primera versión de la célebre “Esclava Isaura” en la red O Globo, 1976.

Las casas de la primera cuadra de calle Lira con Alameda fueron arrendadas casi todas para el funcionamiento de las oficinas del canal. Un antiguo gimnasio se convirtió en el principal estudio para los programas en vivo, o grabados, con público que producían Romualdo y otros, mientras la ingeniería y la técnica de la transmisión se efectuaban en el último piso de la casa central de la UC, hasta donde había que llegar por escaleras. Romualdo tomó parte en el nacimiento de esa televisión universitaria chilena y recuerdo que los trabajadores y el sindicato cuestionamos la transmisión de la serie “Misión Imposible” por su apología de la CIA.

En ese ambiente, con unos 27 años en el cuerpo, y al calor del proceso que estaba ocurriendo en Chile, todos nos politizamos, de una u otra forma, incluidos los adversarios ideológicos. En 1971 me fui a trabajar al Canal 9 de la Universidad de Chile, que estuvo tomado por los trabajadores hasta el sábado 8 que antecedió al fatídico martes 11 de septiembre de 1973. Al alejarme físicamente de la calle Lira, los encuentros con Romualdo fueron más esporádicos. Cada uno estaba ocupado en lo suyo, además del trabajo cotidiano entregando el “tiempo libre” a la militancia política, mientras cada día ocurrían cosas crecientemente peligrosas que empezaron a dibujar el rostro más oscuro del fascismo.

Como a su amigo Rossano, a Romualdo también lo aventó el golpe. Terminó su formación académica, hizo su carrera y completó su desarrollo profesional como escritor, periodista y documentalista en Canadá, donde no perdió el tiempo y se dedicó a estudiar y trabajar. Después del golpe militar, tras vivir 1974 en Buenos Aires, me re-encontré con Romualdo por correspondencia varios años más tarde, cuando él ya estaba en Canadá y con mi familia vivíamos en Caracas. A finales de la década del 70, el género epistolar era la única forma de conectarse, pues el teléfono era demasiado oneroso y aún no se soñaba con algo parecido a Internet. Pero entre carta y carta podían pasar meses, y años, hasta que le perdí la pista y sólo volví a verlo en persona aquí en Santiago al comienzo de este siglo. En cierto modo, nos distanció el golpe de hace 40 años cuando apenas cumplíamos los 30.

En sus viajes a Santiago me conversó sobre sus realizaciones y proyectos personales, me habló de sus ideas para guiones de películas y su plan de realizar en Cuba “el documental” sobre Silvio Rodríguez, una obra de envergadura que lo llevaría prácticamente a vivir con el cantante. En su desarrollo intelectual llegó a cultivar la vena del analista político, desarrollo una visión crítica de “la otra historia” del imperio estadounidense y su doctrina territorial expansiva del “destino manifiesto”, que achicó a México con la misma raíz fundamentalista, seudo religiosa, de quienes se auto proclaman “pueblo elegido” para dejar cada vez con menos territorio a Palestina.

Y para vaciar sus inquietudes intelectuales y políticas, Romualdo fundó su propio portal, Palimpsesto -que continúa presente en Internet- y me condujo a averiguar el significado de ese término de origen griego que significa raspar el pergamino para volver a re-escribirlo, una tarea como la de Sísifo, pero no inútil y sin esperanza, sino todo lo contrario, porque la lucha de las ideas nunca acaba y a menudo reciclamos archivos, raspamos viejos discos duros, salvamos pentdrives y otros artilugios que son nuestros pergaminos contemporáneos.

Empero, a ambos nos faltó tiempo para seguir conversando y terminar muchas charlas y proyectos inconclusos acordados en sus viajes frecuentes a Santiago, hasta donde nunca regresó a vivir definitivamente. Su novela “La borrasca” es el castigo a los culpables de crímenes que muchos anhelamos y luchamos para lograrlo. Pero por desgracia Romualdo emprendió prematuramente ese viaje que a todos nos espera pero pocos lo desean. Puso fin a su vida en Québec en julio de 1972.

* Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno.