Nicolás Binder saluda de buena gana, pero su voz se indigna lentamente al hablar de José Huenante. Binder, periodista de la Universidad de Chile pasó un año investigando la historia del joven con el que no tenía mucho en común. Excepto que tenían la misma edad y vivían en la misma ciudad: “lanzamos monedas pidiendo deseos a la misma pileta que alguna vez decoró la plaza. Crecimos entre los mismos volcanes, nos empujó el mismo viento y corrimos bajo la misma lluvia”, reflexiona Binder en su libro “La vida breve de José Huenante”, investigación que recoge la investigación de la desaparición del joven de origen mapuche que fue detenido por carabineros el tres de septiembre de 2005 de quien hasta hoy no se sabe su paradero y que será lanzada por la editorial Ceibo el próximo 6 de mayo.
La historia
José Huenante fue hijo de Cecilia Huenante y José Plácido Paredes. Nació el primero de noviembre de 1988 cuando Cecilia tenía 15 y José Plácido un año más. Él no se hizo cargo y el bebé fue inscrito con los dos apellidos maternos, aunque finalmente fue la abuela y las tías de José Huenante Huenante las que lo criaron porque Cecilia se puso a trabajar poco después de nacido su hijo como nana puertas adentro. Durante su infancia José pasaría por la casa de su abuela María Eudomilia, la de sus tíos y por hogares de la Fundación Mi Casa. Para el dos de septiembre del 2005 José vivía con su tía María Huenante y su esposo Jaime.
A lo largo de un año, Nicolás Binder habló con familiares, amigos, fiscales, abogados y Carabineros para reconstruir paso a paso, la vida y lo que posiblemente fue la última noche de José. Ese dos de septiembre era viernes, y José y sus amigos quedaron en juntarse en la noche para ir a tomar. Pasó y salió de su casa un par de veces durante la tarde. Se encontró con su expolola Claudia y al final se juntó con tres amigos.
Pasada la una de la mañana, llegó a la esquina donde se encontraban una patrulla conducida por el Cabo Primero Ronnie Ibarra Sánchez y acompañado por el Sargento Segundo Arnoldo Canobra Oyarzo. Según relata Binder en su libro, los uniformados “les avisaron que se tomaran lo que quedaba de botella y que luego se retiraran de la esquina, o si no iban a ser detenidos”. Los amigos se fueron pero a comprar más pisco. En algún momento de la madrugada dos amigos se van a sus casas y los dos restantes se suman a Negro, Yoni, Carlos y Nelson. A eso de las dos y media el grupo se separa. Una hora más tarde llega Carabineros y encuentran a Carlos, Yoni y Negro quienes dicen a los uniformados que se llevan a Carlos a la casa porque estaba muy borracho.
La escena la observan escondidos, Nelson, Sombra y José. Están a menos de 100 metros de la casa de José que era “el más borracho de todos. Apenas se sostenía, aferrado a un cerco de madera en la esquina”. Mientras Carlos, Yoni y Negro se van, uno pregunta si alguna vez le han “hecho la guerra” a Carabineros y comienzan a tirarle piedras a los uniformados Canobra e Ibarra que se devuelven a la patrulla y piden cooperación. Nadie vio que José tirara piedras. Envían a dos patrullas y dos testigos afirman haber visto a José Huenante corriendo por las calles perseguido por uno de estos vehículos. Nelson señala: “en cuestión de segundos, observo que el mismo vehículo le hizo una encerrona a José en la entrada al pasaje Tres; que se bajaron dos funcionarios, lo agarraron y lo arrojaron con fuerza al interior del móvil por la puerta posterior izquierda”. Fue la última vez que alguien declara haberlo visto.
En diciembre del 2005 el fiscal Naín Lamas no descartaba la posibilidad de que Carabineros estuviera involucrado aunque señalaba que no tenía pruebas suficientes. Recién en marzo del 2009 el fiscal Sergio Coronado, que llevaba seis meses en el caso, procesó al Sargento Segundo Juan Altamirano, al Cabo Primero Patricio Mena y al Cabo Segundo César Vidal. Los tres habían estado en la patrulla RP-1375 y “no podían acreditar todo su servicio realizado la noche en que desapareció José. No podía explicar lo realizado entre las dos y las seis de la mañana de la madrugada del tres de septiembre”. Altamirano además había declarado en 2008 haber enmendado el número de detenidos de dos a uno, aunque lo negaría en 2010 cuando el caso pasara a la fiscalía militar.
“FUE UN CRIMEN PERFECTO. NO HAY MODO DE DECLARAR CULPABLE EN UN TRIBUNAL A QUIENES FUERON LOS RESPONSABLES DE HACER DESAPARECER A JOSÉ”.
Sin embargo, según la investigación y análisis conducidos por Binder, quienes estarían más cerca de dar respuesta a la desaparición de Huenante son Canobra e Ibarra. “Porque ellos o lo vieron ser perseguido por otra patrulla o lo vieron en la noche”, cuenta a The Clinic Online. También cree que los tres formalizados tienen algo que ver en la desaparición, pero no directamente. Sí está seguro de que miembros de Carabineros de Chile causaron la desaparición de José. Más allá de todo eso, Binder se declara como “un pesimista”, dice que este fue “un crimen perfecto” y que a su juicio “no hay modo de declarar culpable en un tribunal a quienes fueron los responsables de hacer desaparecer a José”. La única esperanza que le queda, es que alguno de los implicados decida hablar, aunque sea para dar consuelo a la familia de José.
El caso “ninguneado por Michelle Bachelet”
Para Binder una de las cosas que más le molesta del caso, es la impunidad que parece rondar a Puerto Montt cuando se trata de Derechos Humanos. “¿Por qué ocurrió esto en Puerto Montt y no en otro lado?” Para Binder es clave que en la zona, en casos de Derechos Humanos, de los cientos de torturados y desaparecidos “cuando empiezas a averiguar, te das cuenta que en ninguno de esos casos ha habido justicia. La impunidad que ha existido en esta ciudad ha sido desde siempre en temas de Derechos Humanos. Nunca ha habido justicia acá. Entonces uno entiende por qué lo que ocurrió con José pasó acá y no en otro lado”.
Para eso, Binder, que nació en Valdivia pero vivió toda su vida en Puerto Montt, cree que había que relatar cómo la ciudad ha sido marcada por sucesos como la matanza de Pampa Irigoin, de 1969 donde diez personas murieron a manos de Carabineros. Entre ellos también falleció una guagua de nueve meses. Se trata de la misma ciudad donde vive la concejala Patricia Espinoza, hija del parlamentario socialista Luis Espinoza, quien fuera detenido y acribillado por agentes del Estado poco después del Golpe de Estado de 1973. Patricia le contó a Binder cómo se encuentra cada cierto tiempo, caminando por las calles de la ciudad impunemente, con uno de los asesinos de su padre.
Binder también infiere que la ciudad influye en que el caso fuera mirado en menos por el gobierno de Michelle Bachelet. Cuando el estudio de la UDP hizo que la opinión pública se refiriera a José Huenante como el “primer detenido desaparecido en democracia”, no se obtuvo la respuesta que se esperaba de un gobierno que había inaugurado el Museo de la Memoria. El Ministro Secretario General de la Presidencia de esa época José Antonio Viera Gallo, se apresuró en decir que esto no era un caso de desaparición forzada porque no había persecución política. Pero Binder señala que “dos meses antes él había estado en la Cámara de Diputados leyendo la convención de detención forzada de la OEA, y en la definición nunca se habla de que tiene que haber de persecución política, sino que el requisito es que sea causada por agentes del Estado. Él (Viera-Gallo) sabía que lo que estaba diciendo era una mentira”. Pérez Yoma, entonces Ministro del Interior, se refería a la determinación de detenido desaparecido en dictadura como “un desprestigio para todo lo hecho en materias de derechos humanos”.
Hasta el día de hoy Binder no se explica por qué nadie mostró interés por el caso de Huenante, como señala en su libro “un crimen ignorado por el gobierno de Ricardo Lagos, ninguneado por el gobierno de Michelle Bachelet y olvidado por el gobierno de Sebastián Piñera”.