sábado, 20 de septiembre de 2014

Mar Negro en el Museo del Libro y de la Lengua



En la última hoja de una biblia comprada en Constantinopla editada en 1923 mi abuelo anotó los nombres y las edades que tenían sus cuatro hijas y su esposa cuando volvió a su casa y no las encontró. Solo eso. Trajo solo eso de ellas. Solo eso tengo de ellas: nombres escritos en una biblia. Esos nombres inundaron la imaginación y se convirtieron en Mar Negro. Mañana Eva Turun Barrere hablará sobre la lectura de Mar Negro de Ana Arzoumanian en el Museo del Libro y de la Lengua. Será también una oración.








Si tengo miedo, apago los ojos. Entonces no escucho eso de que si te caés te rompés el alma. Porque yo no sé hablar. Cuando apago los ojos es como si fuera de noche. Y a la noche, que es a toda hora que apago los ojos me da ganas de tocarme para ver si todavía estoy ahí. Muevo el brazo, busco las piernas. Cuatro veces en una hora, me digo. Y no veo. Y es como caerme. Cierro los ojos tanto, y las manos tan en las piernas, y la cabeza debajo de cualquier cosa, que ya no hay afuera. Si no tengo afueras no habrá peligro de caerme. Cuatro veces en una hora, o dos veces por día, o todo el tiempo. Si no, salgo corriendo. Y si corro, puedo caerme.
Un repertorio de palabras que pueden decir te mato y no matar. Lo que conserva la vida a cambio de escuchar el odio. Como tomar de un vaso sin borde un agua profunda, negra como carbón que va a ser encendido. 

Mar Negro, de Ana Arzoumanian
(fragmento, publicado en Ceibo Ediciones).