Letradura de la Rara, novela de Virginia Vidal, Ceibo Ediciones, Santiago 2013. Esta publicación de la escritora Virginia Vidal es una novela ambientada en la historia de Chile, y de Santiago en particular, entre 1906 a 1957 aproximadamente, pero desde la visión de las mujeres. El sujeto de su novela son mujeres solas, habitantes de conventillos, laboralmente obreras de fábricas de calzado, textiles y vestuario. Son mujeres que cumplen el rol de padre y madre de familia, y cuyo estar en el mundo es que sus hijas e hijos estudien y finalmente sean profesionales. Pese a que es ésta la aspiración de las protagonistas, ellas no denotan que la condición de obreras, o “fabricanas” como lo dice la autora, sea un infortunio o frustración, más bien declaran públicamente la dignidad y valía del trabajo manual, de la condición de obreras. Decimos “públicamente”, porque en la reflexión interior dan a entender las limitaciones que esa relación productiva tenía respecto del disfrute de los bienes que conlleva el dinero, es decir el tiempo liberado, alimentación variada, viajes, educación, ropa, y así por el estilo. En este sentido “Letra dura de la Rara”, es también la explicitación de la movilidad social y la democratización progresiva –y también sus trabas– de la sociedad chilena durante gran parte del siglo XX, especialmente por efecto de la Constitución de 1925.
Letradura de la Rara forma parte de la historiografía de la novela social chilena, en que varios autores, más hombres que mujeres, desde mediados del siglo XIX, algunos en provincia y los más en Santiago, retrataron la pobreza, el infortunio, la marginalidad y las insalubres condiciones socio, médico y biológicas en que vivieron –y siguen viviendo– vastos sectores de la población santiaguina, habitante de lo que se ha denominado el “casco histórico”, hoy repoblado en su mayoría por peruanos, que a diferencia de los chilenos que allí vivieron a comienzos del siglo XX, por lo menos disponen de alcantarillado. Sin embargo y pese a esa continuidad historiográfica el libro de Virginia Vidal conlleva un cambio respecto de la relación productiva de la protagonista del libro María Nadie – texto escrito por Marta Brunet y publicado en 1957–, quien trabajaba en una oficina, y que en rigor sería la primera novela cuya protagonista era una asalariada.
Es que el texto es también un relato de la pobreza: todos los días se parecen, los únicos “acontecimientos”, consisten en un almuerzo especial, salir a comprar al centro, y que lo normal es el trabajo manual o la adquisición de un medio de producción –en este caso una máquina de coser– para continuar trabajando de noche, sea porque se trataba del trabajo a domicilio, sistema lúcidamente descrito por Marx en varios pasajes del El Capital, o porque era una forma de generar más ingresos. En esta parte, la novela me transportó al libro de Edmundo de Amicis, Corazón, y a un cuento en particular “El pequeño escribiente florentino”. Es que en este sentido, el libro tiene mucho de aquella famosa estrofa cantada por Los Prisioneros, cuando dicen “Es otro fin de mes sin novedad”. Pese a esa constatación rotunda, el texto que estamos comentando no es fatalista. Queda en claro que la autora propone que en el vivir la pobreza, existen las alegrías, alegrías del disfrute de cosas mínimas, sin derroche, envidia, ni alienación, de que las cosas antes eran fabricadas para que fueran útiles por mucho tiempo, porque el dinero para el recambio no sobraba, y por lo tanto había que cuidarlas.
Los personajes de la novela son personas dignas en su pobreza, y que aún cuando para una ocasión importante disponían de “la “tenida dominguera”, “su lujo” ésta es de buena calidad y confección, algo que también aprendí de mi padre, cuando me hablaba de la “caída” del vestón, o a identificar la calidad del cuero. Es que el texto también permite la analogía con esa parte de una canción de Eduardo Gatti: “Cuando seamos ricos compraré un paquete lleno de cigarrillos”.
Es evidente que el contacto de obreros, y otros asalariados con sus patrones, los llevó a incorporar algunos de sus rasgos, especialmente el vestuario. Numerosas fotografías, conservadas en el Museo Histórico Nacional, y la película relativa a los funerales de Luis Emilio Recabarren, comprueban la elegancia, dignidad y pulcritud en el atuendo de muchos de sus participantes.
Sin embargo, y pese a esos parecidos, el texto es radical en cuanto a la inculcación de la conciencia de clase y la dignidad del trabajo obrero. Es que el concepto de “letradura”— que la autora aclara en una de las páginas finales del libro—, consiste en una pedagogía político popular, “para saber decir y escribir lo que se piensa”, la cual es declarada través de todo el libro por las protagonistas, es decir las mujeres. En los diálogos ellas explicitan máximas morales y ético políticas relativas a la conciencia de clase, el sentido del trabajo obrero, los aliados estratégicos de la clase obrera, y donde –curioso– prácticamente son escasas las referencias a lo que podríamos definir como la burguesía.
Esta última producción de Virginia Vidal más parece una obra de teatro, que incluso la imaginamos al estilo del teatro clásico griego. Las referencias a la ciudad ocurren en las conversaciones que las protagonistas sostienen al interior de los conventillos, las cuales luego de una brevísima referencia respecto del exterior, se concentra en el qué hacer frente al contexto externo, momento donde se explicita la “Letradura”.
Notable empeño el de Virginia Vidal al relevar palabras, frases y modismos, seguramente de uso cotidiano en el mundo del trabajo, del Santiago de mediados del siglo XX, y que la autora fue recopilando producto de conversaciones, entrevistas, y otros testimonios vertidos desde la oralidad por obreros y obreras del calzado, y de la confección de ropa. Es sintomático que la palabra escrita y hasta los nombres —de quienes históricamente han podido alimentarse, divertirse, estudiar, y hasta mantener familias, únicamente a partir de su trabajo manual, independiente o asalariado— prácticamente sean inexistentes en la documentación que el Estado de Chile ha conservado desde la Colonia hasta mediados del siglo XX. Las únicas excepciones son los procesos judiciales, específicamente los expedientes criminales, y, la documentación conservada en el Fondo Contaduría Mayor de Cuentas. Ha sido emocionante leer o volver a escuchar los nombres de tiendas y casas comerciales, marcas de alimentos, fábricas, prendas de vestir, comidas, remedios caseros y otros que se compraban en la “botica”.
El texto es una parte de la “voz” del pueblo trabajador y obrero. La otra parte debió haber sido el variado registro del repertorio del humor, las groserías, el doble sentido, lo lúgubre y lo erótico. Esa parte, que la autora evitó incluir, se explican por las mismas razones en que entiende el concepto de Letradura.
Así es que Letradura de la Rara, a muchos –me incluyo– nos coloca frente al espejo de nuestras vidas y a nuestra procedencia, quiérase o no.
En otros términos, son esperables los análisis al estilo que Walter Benjamin efectuó de la obra de Goethe, o la explicitación de las razones por las cuales la autora introdujo varios capítulos con citas extraídas de los cuentos de Charles Perrault, habida cuenta que laletradura, no eran los cuentos, sino la poesía.
Revista Punto Final, edición 793, 8 de noviembre, 2013
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