17 ENERO, 2014
JUANA PUGA
HABLAR CON EVASIVAS
La doctora en Lingüística Juana Puga acaba de lanzar un libro en el que, con erudición y humor, analiza cómo en la conversación cotidiana los chilenos somos expertos en irnos por las ramas, minimizar, ocultar o decir una cosa por otra con tal de evitar el temido conflicto.
Por Catalina Mena / Fotografía: Rodrigo Chodil / Producción: Belén Muñoz / Ilustración: Silvia Caracuel
Etiquetas: doctora en Lingüística., Juana Puga
Paula 1138. Sábado 18 de enero de 2014.
Cómo hablamos cuando hablamos, la atenuación en el castellano de Chile (Ceibo, 2013) es la investigación que la doctora en lingüística Juana Puga da a conocer en Chile; una reedición de su tesis realizada en la Universidad de Valencia hace ya varios años. Junto a este libro entrega un inventario donde ofrece más de setecientos ejemplos extraídos fundamentalmente de periódicos de diversas partes de Chile, de la televisión y de sus trabajos. En ellos demuestra cómo en nuestras conversaciones cotidianas los chilenos usamos gran cantidad de recursos para mantener la cortesía y evitar el conflicto; “recursos de atenuación”, los llama Juana y asegura son miles y de distinto tipo.
“El diminutivo (tomemos un cafecito) y los eufemismos (decir tránsito lento en lugar de estreñimiento crónico) son los recursos más evidentes, pero hay muchísimos más: el tono bajo de voz, las verdades a medias, las perífrasis verbales (decir ‘me voy yendo’, en lugar de ‘me voy’), las explicaciones, las justificaciones, las disculpas, las preguntas y el condicional (’¿podrías cerrar la ventana?’, en lugar de la orden ‘¡cierra la ventana!’), etc. También hay muchas expresiones que nos permiten no hacernos responsables de lo que pensamos, ‘como dicen por ahí’; ‘se dice que’. Una expresión muy de moda actualmente es decir ‘no es menor’, para señalar que algo es importante; esta figura se denomina lítotes y consiste en negar lo contrario de lo que se quiere decir”, explica Puga.
¿Por qué se te ocurrió investigar este fenómeno?
El trabajo comenzó hace 20 años cuando me fui a Valencia a estudiar un doctorado en Lingüística. La mayoría de los latinoamericanos que vivían ahí se quejaban de que los españoles eran muy duros en el trato, demasiado directos, en ocasiones, incluso, descorteses. Me interesó esa diferencia cultural que se manifiesta en el lenguaje.
¿Y cómo tú, personalmente, experimentaste esa diferencia?
Lo primero es que en España recuperé mi nombre: volví a ser Juana. Aquí todos me dicen Juani o Juanita. Otro ejemplo. Una vez le pregunté a la señora Luchi, mi vecina en Valencia, cómo encontraba que hablábamos el castellano los chilenos: ‘es que no llegáis’, me dijo. Esto porque damos demasiadas vueltas para decir las cosas.
¿Hubo alguna situación que te sorprendiera o te chocara?
Había situaciones que me desconcertaban. Por ejemplo, me invitaron a comer donde una amiga que trabajaba en la universidad. Cuando me quise ir le dije: ‘me voy yendo’ y como una puñalada recibí su respuesta: ‘porque quieres’. El chileno cuando dice ‘me voy yendo’ espera que intenten retenerlo: ‘pero por qué tan temprano, quédate un poquito más’. Se produce una negociación de la partida. El español dice: ‘me voy’ y le contestan: ‘porque quieres’. Para él esto es lo cortés y equivale a decirle: ‘yo estoy feliz contigo, pero si tienes que irte, adelante’. En España las jerarquías estaban mucho menos marcadas, porque es un país menos estratificado socialmente que Chile. Una vez iba saliendo de mi departamento y estaba la ‘chica de la limpieza’ (que no es ‘la nana’). Y me dice: ‘No irás a salir con ese jersey, porque te sienta fatal’. Eso en Chile es impensable. Otra situación. Acá en clases de pilates la profesora dice: ‘piensen que tienen una monedita en el pompis que no se les puede caer’; en Valencia, la instrucción en el gimnasio era: ‘apretad el culo’.
¿Y cómo hiciste para armar un modelo tan completo para interpretar el fenómeno a partir de esos retazos de experiencia?
El modelo fue surgiendo a partir de miles de ejemplos que sacaba de todas partes. Los ejemplos respondían a la pregunta ¿cómo atenuamos? Por otra parte, para dar cuenta de los contextos y del enfoque cultural, me preguntaba ¿por qué atenuamos y en qué situaciones?
¿Sigues obsesionada encontrando atenuaciones en todas partes?
Siempre llevo conmigo una libreta y juego a anotar los recursos de atenuación que escucho en la calle, en la tele o la radio. Más que una obsesión, es un juego. Mi oreja es muy sensible a los atenuantes, no se le escapa ni uno. Cuando me da por interrumpir al que está hablando para hacérselos notar, puedo ser insoportable.
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