miércoles, 4 de diciembre de 2013

“Cómo hablamos cuando hablamos. La atenuación en el castellano de Chile” de Juana Puga, por Juan Carlos Palazuelos Montecinos


 

Es un honor para mí presentar en esta ocasión dos libros de Juana Puga Larraín, Doctora en Filología Española por la Universidad de Valencia, y que actualmente se desempeña como docente de la Universidad Diego Portales. Antes de hacerlo, me gustaría solicitar el permiso de ustedes para mencionar algunos datos de su autora que me parecen relevantes y que permitirán contemplar su trabajo desde una perspectiva diferente a la que se espera de una lingüista tradicional. Juana Puga es investigadora, profesora, una aficionada a la fotografía que ha hecho –además- dos documentales, y poetisa. Como investigadora, ha publicado varios libros y artículos en editoriales y revistas nacionales e internacionales; como profesora trabajó durante doce años en la Universidad de Concepción, donde, paralelamente a su labor docente (dictando cursos de pragmática, atenuación, análisis de la conversación, gramática española, latín y escritura académica), contribuyó a crear el Programa de Lengua y Cultura de la Universidad de Concepción, con estudiantes de la Universidad de California. La necesidad de vincular a los alumnos extranjeros con la cultura local la llevó a diseñar un enfoque de la enseñanza del español como lengua extranjera distinto al tradicional. Su honestidad intelectual se puso a prueba y, por ello, decidió volver a España con el propósito de sacar esta vez un Magíster en Enseñanza del Español como segunda Lengua. Su enfoque recibió un reconocimiento académico en la medida en que fue el tema de la tesis que presentó al término de sus estudios. Lo que quiero destacar con esta presentación, que –sin duda- ya se alarga un poco, es que estamos frente a una mujer seria y multifacética; sesuda pero al mismo tiempo poética; aventurera pero de desembarco en puertos seguros. Amiga de las letras pero, sobre todo, amiga de la vida y de la gente. Se emociona con un verso de Virgilio, pero también con una plaza de barrio y con la conversación de su gente, con sus esperanzas y tribulaciones. En fin, no podemos esperar de ella una lingüista académicamente pura, es decir, teórica, encerrada en su oficina elaborando “papers”, sino más bien una investigadora de campo, que goza recopilando información en terreno, entrevistando y grabando el hablar de la gente, de su gente. Estos dos libros, señoras y señores, son fruto precisamente de esta actividad gozosa, de este quehacer vital y sensible, en síntesis, son producto de su vida. El primero, Cómo hablamos cuando hablamos: la atenuación en el castellano de Chile, corresponde a la segunda edición (aunque primera en nuestro país) de su tesis doctoral, La atenuación en el castellano de Chile: Un enfoque pragmalingüístico, defendida en la Universidad de Valencia, en febrero de 1996, y publicada por esa universidad en 1997. En el segundo libro, Cómo hablamos cuando hablamos: Setecientos tres ejemplos de atenuación en el castellano de Chile, Puga presenta un nuevo modelo de la atenuación que responde a acciones y movimientos que realiza el hablante para atenuar sus enunciados: reducir, dilatar, dar rodeos, omitir, sustituir, negar, preguntar, etc., y ejemplos tomados de diversas fuentes, que ilustran el modelo.
Comenzaré con el primero: Cómo hablamos cuando hablamos: la atenuación en el castellano de Chile. Este libro nació durante su estadía en España, al notar una serie de ocurrencias lingüísticas que hablaban de una diferencia importante entre el hablante chileno y hablante español. Lo que llamó poderosamente su atención fue la forma mucho más directa y enfática de este último a la hora de dirigirse a su interlocutor. Esta experiencia personal la llevó a proponer para su tesis doctoral el estudio de este fenómeno, gracias a lo cual adoptó la noción de atenuación, un aspecto de las lenguas, si no desconocido, muy poco abordado de manera sistemática en nuestra región. Y en este punto me permitiré ser muy enfático: Juana Puga, al estudiar el estado del arte sobre este tema, descubrió que, antes de ella, varios autores habían hablado de determinadas estructuras que atenuaban el lenguaje, pero de forma aislada. Aquellos autores eran Beinhauer, Haverkate y Ducrot, entre otros. Con estos antecedentes, Juana Puga se propuso entonces llevar a cabo un trabajo que permitiera por primera vez aunar y sistematizar las expresiones lingüísticas que marcaban esa importante diferencia entre el hablar de chilenos y españoles, utilizando como criterio ordenador la actitud de los hablantes. El libro que comentamos consta de tres partes. En las dos primeras (I. De la necesidad de la atenuación y II. Cómo opera la atenuación), Juana Puga presenta el modelo de la atenuación que logró construir finalmente desde un enfoque “pragmalingüístico”. En la tercera (III. La atenuación en el castellano de Chile), describe precisamente la forma característica de atenuación de los chilenos. Otra diferencia importante que se puede apreciar entre los estudios que preceden a Juana Puga y esta obra es la noción misma de atenuación. En efecto, Haverkate establece una relación entre “atenuar” y “distanciarse”, mientras que Puga define la atenuación como el gesto que hace el hablante (el yo) de distanciarse de lo que interviene en la situación comunicativa. El yo se distancia de sí mismo, del mensaje, del interlocutor y del tiempo presente. ¿Cómo lo hace? Por ejemplo, se distancia del yo, refiriéndose a sí mismo como nosotros, tú, uno(a); se distancia del mensaje, por ejemplo, por medio de una serie de recursos de atenuación. Mencionemos algunos: 1) eufemismos (tránsito lento, por estreñimiento crónico); 2) lítotes (tengo un problema no menor, por tengo un problema mayor); 3) preguntas (¿podrías cerrar la ventana? por cierra la ventana); 4) diminutivos, palabras y expresiones del tipo: como, medio, un poquitito, lenteja, reguleque, maometano, etc. (Por ejemplo: estoy como cansado, ando medio bajonia’o, espérame un poquitito; Manuel es bien Lenteja; tengo un sueldo reguleque; la relación con mi pololo es maometana; etc.). Una de las razones que explicaría la mayor atenuación que existiría en Chile (y, por extensión, en América) respecto de España sería la marcada estratificación social de nuestro país, aunque Puga está consciente de que hay otras razones que la exceden como lingüista, las que deben ser buscadas en disciplinas como la historia, la psicología, la antropología y la sociología. Es una idea que refuerza el excelente prólogo del libro, escrito por el sociólogo Jorge Larraín, quien relaciona la atenuación con el fenómeno de la “simulación”, tan propia de nuestra identidad como chilenos.
A continuación, pasaré al segundo libro, Cómo hablamos cuando hablamos: Setecientos tres ejemplos de atenuación en el castellano de Chile. Como señalé al comienzo, en este libro Juan Puga presenta un nuevo modelo de la atenuación, esta vez basado en la pragmática interpersonal y de las interculturalidades. Según la especialista en Filología Románica, Micaela Carrera de la Red, quien escribe el prólogo de este libro, “es precisamente desde esa perspectiva donde se puede conseguir el equilibrio entre la creación de reglas generales, la presencia de estereotipos y las diferentes prácticas de habla en culturas específicas hasta conseguir respuesta certera a preguntas tales como ¿cómo ser chileno?, ¿cómo ser español?”. Es evidente que en este punto asistimos al desarrollo de un modelo explicativo de mayor alcance, lo cual habla de la madurez de su obra a lo largo de estos años. Además, Puga, con este libro, enriquece su trabajo  al incorporar más de setecientos nuevos ejemplos, a través de un estudio más bien de carácter holístico, en la medida en que la autora renuncia a trabajar con un corpus definido, pues, según ella, “no se trataba de dar un catastro acabado de los recursos de atenuación, sino de intentar sistematizar el fenómeno”.
Para terminar, diré lo siguiente. Nos encontramos ante un trabajo original, novedoso, que ha abierto puertas hasta hace poco desconocidas o insospechadas, no solo en Chile, sino también en Hispanoamérica; que tiene la frescura de los primeros lingüistas, de esos que viajaban por vastos territorios buscando información relevante, como aquellos hermanos Grimm, quienes, “sin querer queriendo” (una atenuación más, por qué no), llegaron a ser nada menos que fundadores de la Filología Alemana. Juana Puga es de las nuestras. Celebro sinceramente la aparición de estos dos libros en Chile, para que los conozcan no solo los especialistas, sino también la gente que no forma parte del ámbito académico, los “informantes”, los hombres y mujeres que usan el idioma en las ciudades, en los barrios y en las plazas de nuestro país, los que podrán reconocerse en estos libros como quien ve su rostro en un espejo.

Juan Carlos Palazuelos Montecinos
Dr. en Filosofía y Letras por la Universidad de Friburg (Alemania)
Docente de la Universidad Adolfo Ibañez

2 de noviembre de 2013, Feria Internacional del Libro de Santiago








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