miércoles, 16 de abril de 2014

Espectro Familiar de Nicolás Poblete por Diamela Eltit


El peso de la Ley

Nicolás Poblete ha trabajado de manera recurrente el extenso poder de las culturas oficiales en la formación de la siquis en los sujetos. Es la violencia de esa cultura la que devasta a sus protagonistas y los empuja a una existencia cuando no excéntrica sí perturbada y perturbadora.
Un lastre cultural rígido, en cierto modo militar, que posibilita la fuga de los centros porque sencillamente la culpa de no ser el exponente más fiel de las normativas, genera torsiones y, en algunos casos profundas distorsiones.
Así, es frecuente que en los textos novelísticos o de relatos de este autor la narración emprenda el siempre interesante borde fantástico que horada la normativa racionalista y permite vislumbrar un universo oscuro, el mismo territorio que el antiguo romanticismo se empeñó en proclamar como emancipación ante un estado de cosas marcado por una superficie social capturada por la hegemonía clasificatoria y la vocación científica como verdades inamovibles. La obligación al manual  y a una realidad controlada por estatutos chocó frontalmente contra cuerpos que propusieron la pasión atravesando todos los límites hasta llegar a una muerte cursada en un espacio oscuro pero regido por la luna llena.     
Más adelante se iban a generar nuevos escenarios conflictivos, cruzados por dilemas conceptuales, liderados por los movimientos dadaístas y surrealistas que ocuparon los centros de la actividad artística una vez que Freud elaboró los fundamentos del sicoanálisis articulado en torno a  la teoría del inconsciente como lugar caótico y móvil. Un inconsciente recorrido por retazos pre lingüísticos en los que se tejían los hilos traumáticos de las complejas heridas síquicas que no iban a cesar. Porque finalmente la zona de deseos más reprimidos se preparaban para un acto incesante de autodevoración del sujeto.  Esas zonas activamente represoras que se podían atisbar en los lapsus o en los sueños más revueltos que el pintor Salvador Dalí puso de relieve cuando acuñó el concepto de “paranoia crítica” que sedujo nada menos que a Jacques Lacan.
Nicolás Poblete ha explorado, desde la literatura estos espacios –digamos– movedizos. Sin embargo, pese a todo, en algunos de sus relatos el curso de estos personajes híper culturales enfermos o sitiados por los excesos de mandatos, dejan a su paso una estela de humor que precisamente demuestran la arbitrariedad de las convenciones que nos cercan y nos habitan. Entonces, el humor, arma preferente para desestabilizar los acuerdos y horadar los tabúes, se erige de manera especial como un dispositivo político que está allí para desencadenar el horror más burlesco ante un daño ocasionado por la excesiva credulidad .
“Espectro Familiar” se mueve en la esfera crítica del horror o el drama. Este conjunto de relatos vuelve a transitar el “espectro” de seres agobiados por una cierta oscura deformada imagen que los hace estallar o bien los pone al borde de un estallido. La soledad parece el mejor aliado para consolidar la caída. Sin una interlocución clara, carentes de instituciones confiables, los personajes se precipitan en lógicas abiertamente sicóticas o en escenarios confusos cruzados por una neurosis inabarcable.
Mueren o están a punto de morir. La sobrevivencia en este texto resulta el acto más difícil de sortear. Los personajes parecen atados a sus últimos hilos de cordura o del propio aliento y allí, en ese lugar abismal, elaboran los gestos que podrían justificarlos. El cuerpo demasiado expuesto a la religión, al abuso sexual, a la infancia o al  esplendor de la adolescencia está obligado a sus rituales de muerte como huida obligada frente a la intemperie emocional.
O bien permanecen en ese lado ominoso del destino, ese lugar proclive a las trasgresiones que ocurren y ocurren porque los aparatos de poder necesitan fundamentarse mediante la  ruptura de los límites impuestos para que la ley se mantenga como ley a partir de una excepción.
Sin embargo, en “Espectro Familiar”, título híper exacto, el estado de excepción, como diría el filósofo italiano Giorgio Agamben, es la ley. Cada uno de los protagonistas es un sujeto excepcional porque la norma se ha retirado de ellos. Y este aspecto es la verdadera radicalidad del texto en la medida que  recorre cuerpos que ya habitan fuera de la ley y ese fuera de la ley parece la superficie más común en la que transcurren.
Así este libro único y singular  consigue configurar e inscribir a un conjunto de personajes excepcionales que conforman el espectro familiar que tanto conocemos o reconocemos y, a menudo, padecemos en lo más íntimo de nosotros mismos

Diamela Eltit


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