El peso de la Ley
Nicolás Poblete ha trabajado
de manera recurrente el extenso poder de las culturas oficiales en la formación
de la siquis en los sujetos. Es la violencia de esa cultura la que devasta a
sus protagonistas y los empuja a una existencia cuando no excéntrica sí
perturbada y perturbadora.
Un lastre cultural rígido,
en cierto modo militar, que posibilita la fuga de los centros porque sencillamente
la culpa de no ser el exponente más fiel de las normativas, genera torsiones y,
en algunos casos profundas distorsiones.
Así, es frecuente que en
los textos novelísticos o de relatos de este autor la narración emprenda el
siempre interesante borde fantástico que horada la normativa racionalista y
permite vislumbrar un universo oscuro, el mismo territorio que el antiguo
romanticismo se empeñó en proclamar como emancipación ante un estado de cosas
marcado por una superficie social capturada por la hegemonía clasificatoria y
la vocación científica como verdades inamovibles. La obligación al manual y a una realidad controlada por estatutos
chocó frontalmente contra cuerpos que propusieron la pasión atravesando todos
los límites hasta llegar a una muerte cursada en un espacio oscuro pero regido
por la luna llena.
Más adelante se iban a
generar nuevos escenarios conflictivos, cruzados por dilemas conceptuales, liderados
por los movimientos dadaístas y surrealistas que ocuparon los centros de la
actividad artística una vez que Freud elaboró los fundamentos del sicoanálisis
articulado en torno a la teoría del
inconsciente como lugar caótico y móvil. Un inconsciente recorrido por retazos
pre lingüísticos en los que se tejían los hilos traumáticos de las complejas heridas
síquicas que no iban a cesar. Porque finalmente la zona de deseos más
reprimidos se preparaban para un acto incesante de autodevoración del sujeto. Esas zonas activamente represoras que se
podían atisbar en los lapsus o en los sueños más revueltos que el pintor
Salvador Dalí puso de relieve cuando acuñó el concepto de “paranoia crítica”
que sedujo nada menos que a Jacques Lacan.
Nicolás Poblete ha
explorado, desde la literatura estos espacios –digamos– movedizos. Sin embargo,
pese a todo, en algunos de sus relatos el curso de estos personajes híper
culturales enfermos o sitiados por los excesos de mandatos, dejan a su paso una
estela de humor que precisamente demuestran la arbitrariedad de las
convenciones que nos cercan y nos habitan. Entonces, el humor, arma preferente
para desestabilizar los acuerdos y horadar los tabúes, se erige de manera
especial como un dispositivo político que está allí para desencadenar el horror
más burlesco ante un daño ocasionado por la excesiva credulidad .
“Espectro Familiar” se
mueve en la esfera crítica del horror o el drama. Este conjunto de relatos vuelve
a transitar el “espectro” de seres agobiados por una cierta oscura deformada
imagen que los hace estallar o bien los pone al borde de un estallido. La soledad
parece el mejor aliado para consolidar la caída. Sin una interlocución clara,
carentes de instituciones confiables, los personajes se precipitan en lógicas
abiertamente sicóticas o en escenarios confusos cruzados por una neurosis inabarcable.
Mueren o están a punto de
morir. La sobrevivencia en este texto resulta el acto más difícil de sortear.
Los personajes parecen atados a sus últimos hilos de cordura o del propio
aliento y allí, en ese lugar abismal, elaboran los gestos que podrían
justificarlos. El cuerpo demasiado expuesto a la religión, al abuso sexual, a
la infancia o al esplendor de la
adolescencia está obligado a sus rituales de muerte como huida obligada frente
a la intemperie emocional.
O bien permanecen en ese
lado ominoso del destino, ese lugar proclive a las trasgresiones que ocurren y
ocurren porque los aparatos de poder necesitan fundamentarse mediante la ruptura de los límites impuestos para que la
ley se mantenga como ley a partir de una excepción.
Sin embargo, en “Espectro
Familiar”, título híper exacto, el estado de excepción, como diría el filósofo
italiano Giorgio Agamben, es la ley. Cada uno de los protagonistas es un sujeto
excepcional porque la norma se ha retirado de ellos. Y este aspecto es la
verdadera radicalidad del texto en la medida que recorre cuerpos que ya habitan fuera de la ley
y ese fuera de la ley parece la superficie más común en la que transcurren.
Así este libro único y
singular consigue configurar e inscribir
a un conjunto de personajes excepcionales que conforman el espectro familiar
que tanto conocemos o reconocemos y, a menudo, padecemos en lo más íntimo de
nosotros mismos
Diamela Eltit
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