Hace
un tiempo apareció el libro “Canto de las estrellas. Un homenaje a
Víctor Jara” que fue escrito por Moisés Chaparro, José Seves y David
Spener y publicado por Ceibo Ediciones.
Escrita a modo de ensayo, Canto de las estrellas es la historia de la colaboración entre
José Seves y Moisés Chaparro en la creación de Canto de las Estrellas
para el acto cultural que se llevó a cabo el año 1991 denominado “Canto
Libre: Jornadas de Purificación del Estadio Chile” y que fue organizado
por Joan Jara con el objetivo de librar a ese recinto deportivo de la
carga negativa que le significó ser un lugar de muerte y dolor para los
chilenos.
El libro, además, se transforma en un homenaje al deseo de Víctor Jara de llegar a las raíces de la música popular y campesina.
Jara
perteneció a la Nueva Canción chilena que fue parte de un movimiento
internacional de renovación musical que introducía una poética de
conciencia hasta entonces, inédita como tema musical.
En
Estados Unidos, Bob Dylan, Joan Baez y Pete Seeger; en España Lluís
Llach y Joan Manuel Serrat; en Cuba con su llamada Nueva Trova
aparecieron Silvio Rodríguez y Pablo Milanés; en Brasil con el
iconoclasta discurso de la Tropicalia de Caetano Veloso y Gilberto Gil;
en Cuba con su llamada Nueva Trova de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés;
en Brasil con el iconoclasta discurso de la Tropicalia de Caetano Veloso
y Gilberto Gil y en Argentina, donde el Manifiesto desplegado por el
Nuevo Cancionero con representantes como Mercedes Sosa y Tito Francia
visualizaron mejor que nadie los vientos de cambios de esos tiempos.
Según Marisol García en su artículo La nueva canción: Un fruto de su época,
“recogiendo esa mezcla de fervor ideológico, raíz folclórica y reacción
ante el imperialismo cultural, comenzó a gestarse en Chile alrededor de
1967 un nuevo modo de composición e interpretación popular que un par
de años más tarde el discjockey y comunicador Ricardo García bautizaría
como Nueva Canción Chilena. Su intrínseco desprejuicio para fusionar
ritmos y estilos, su apertura a toda colaboración y el marcado carácter
reflexivo de sus textos; unen a sus principales exponentes con el
espíritu crítico e inquieto que animaría luego a toda fuerza musical
disidente, marcando posteriormente a una serie de protagonistas del
llamado Canto Nuevo y a no pocos integrantes de la generación rockera de
los 80 y 90. Hasta hoy se le considera uno de los movimientos
artísticos más significativos surgidos nunca en Chile”.
Fue el contexto socio cultural de los años sesenta y setenta (previos al golpe de Estado), lo que creo el camino para que la música popular chilena reconociera su compromiso social, presentándose como un legítimo vehículo valórico, ansioso por cambio social real, en el cual, la guitarra y la vos se convirtieron en verdaderos manifiestos subversivos.
Fue el contexto socio cultural de los años sesenta y setenta (previos al golpe de Estado), lo que creo el camino para que la música popular chilena reconociera su compromiso social, presentándose como un legítimo vehículo valórico, ansioso por cambio social real, en el cual, la guitarra y la vos se convirtieron en verdaderos manifiestos subversivos.
Algunos
de los artistas que formaron parte de este proceso fueron Víctor Jara,
Patricio Manns, Isabel Parra, Ángel Parra, Osvaldo Gitano
Rodríguez, Tito Fernández junto a los grupos Quilapayún, Inti Illimani,
Illapu y Cuncumén entre muchos. Estos músicos e investigadores, buscaron
la recuperación de la música folclórica tradicional chilena, con temas
de corte social fusionada con otros ritmos latinoamericanos dejando de
lado, aquella música que solo tocaban tonadas tradicionales y que
mostraba una idealización de la realidad campesina.
La
renovación que trajo esta nueva canción, no solo fue en la música.
También trajo aires de cambios en el trabajo escénico y en la gráfica.
Algunos autores consideran que su tiempo más interesante va desde la
muerte de Violeta Parra (su principal inspiradora en Chile) hasta el
tiempo previo al Golpe de Estado de 1973.
En
septiembre de ese año, muchos de sus miembros debió exiliarse; otras
sufrieron la tortura, cárcel y la muerte. El asesinato de Víctor Jara,
en septiembre de 1973 ocurrida mientras estaba preso en el Estadio
Chile, convirtió su nombre en un símbolo y, a su legado musical, en el
patrimonio internacionalmente más difundido del movimiento.
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